Querido pueblo de Dios: Los obispos de la Iglesia Episcopal reunidos en Juan Dolio, República Dominicana, les enviamos un saludo en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Estamos profundamente agradecidos por la generosa hospitalidad que nos han ofrecido nuestros hermanos en Cristo de la República Dominicana, y agradecemos el liderazgo fiel y visionario de su Obispo, el Rvdmo. Moisés Quezada Mota, y su esposa Mary Jeannette. También estamos agradecidos por la presencia y el liderazgo de nuestro Obispo Presidente, el Rvdmo. Sean Rowe, y renovamos nuestro compromiso con la labor de asociación y colaboración misionera, ya que juntos tratamos de ser un ejemplo sano para todo el rebaño de Cristo. Durante nuestra reunión, hemos estado muy conscientes del dolor, el temor y la incertidumbre que muchas personas sienten en estos momentos en todos nuestros diversos contextos. Durante el primer día de nuestra reunión recibimos la noticia de otro tiroteo en una escuela, y después la noticia de otro asesinato por motivos políticos. El inquietante aumento de la violencia política, las atrocidades que se siguen cometiendo en las guerras y los conflictos mundiales, el hambre que siguen padeciendo los hijos de Dios, la intimidación y la persecución de las personas vulnerables y marginadas, y el aumento del autoritarismo en todo el mundo exigen una respuesta cristiana contundente. Creemos que esta respuesta debe basarse en las Buenas Nuevas del Evangelio acerca de que la injusticia, la violencia, el sufrimiento y, en última instancia, la propia muerte, no son la última palabra. Nos comprometemos, e invitamos a toda la Iglesia a proclamar con valentía, por medio de la palabra y del ejemplo, que la cruz y la tumba vacía permanecen para siempre como símbolos de la victoria decisiva del amor de Dios sobre las fuerzas del mal. Estamos siendo llamados a encarnar los valores y los imperativos expresados en las enseñanzas de Jesús, a quien proclamamos como el Señor y quien siempre apoya a los pobres, los vulnerables, los afligidos y los oprimidos. En vista de esto, estamos participando en profundas conversaciones sobre nuestras voces como obispos en nuestras respectivas diócesis, así como nuestra voz colectiva como obispos de la Iglesia Episcopal. Estas conversaciones han sido fieles y desafiantes y nos han revelado tanto las posibilidades como los límites que existen respecto a hablar con una voz compartida como sus obispos. Y, sin embargo, en este momento estamos eligiendo las posibilidades en lugar de las limitaciones. Creemos que estamos llamados a dar un testimonio claro y unido del poder del Evangelio y de la obra sanadora y transformadora del Espíritu Santo en nuestras vidas, en nuestra iglesia y en nuestro mundo. Los retos a los que nos enfrentamos son múltiples y variados en nuestros respectivos contextos. El tiempo que pasamos en la República Dominicana nos ha demostrado que la Iglesia Episcopal está compuesta por muchos países y culturas. Además, dentro de nuestros países y culturas, mantenemos una diversidad de puntos de vista respecto a los retos a los que nos enfrentamos. Sin embargo, somos uno en Jesucristo y estamos unidos por la gracia y por nuestro compromiso compartido con la plenitud de nuestro pacto bautismal. Damos gracias por el profundo afecto y la amistad que existen entre nosotros como comunidad de obispos. Cultivar estas comunidades de discípulos es un componente fundamental de nuestro testimonio del poder sanador y reconciliador del amor de Dios en estos momentos. Deseamos expresarle nuestra profunda gratitud a toda la Iglesia por las innumerables formas en que este testimonio ya se manifiesta y por la inmensa confianza que han depositado en nosotros como sus obispos. En la esperanza de Jesús, el único que hace nuevas todas las cosas. |